Frey, Schmitt y Allen (2012)
realizaron un meta-análisis sobre las definiciones de evaluación auténtica realizadas por
cuarenta y siete autores. Así, a partir de este estudio la evaluación auténtica se puede definir por cinco características esenciales:
Es lo que Wiggins (1998) denomina tareas auténticas. Para no enrollarme mucho con las características de una tarea auténtica, pongo a continuación un ejemplo de actividad de evaluación que va desde un planteamiento no auténtico a un planteamiento auténtico.
1) Los estudiantes conocen de antemano los criterios de desempeño por los cuales van a ser evaluados, e incluso son partícipes de su desarrollo. La evaluación se convierte en un proceso público, participativo y transparente.
2) Se utilizan varios criterios de evaluación (o metas o indicadores de logro) que por otra parte han de corresponderse o han de estar presentes en la tarea o actividad (compleja).
Estos dos últimos puntos llevan casi siempre a asociar la evaluación auténtica al uso de rúbricas. Aunque bien se podrían utilizar también instrumentos de recogida de evidencias del aprendizaje, como un portafolio, y emplear diversos tipos de instrumentos de evaluación que permitan la valoración de los aprendizajes de estas evidencias, de la mejor forma posible. Tanto es así, que el enfoque ideal es utilizar diversidad de instrumentos en contextos o actividades realistas (o auténticas).
La importancia del contexto
La evaluación auténtica no puede darse si no se enfocan las actividades que se evalúan desde el punto de vista del contexto. Así, estas actividades han de plantearse en contextos realistas y cercanos al alumnado. Este realismo, acerca los conocimientos, las destrezas y las actitudes implícitas en los objetos de aprendizaje a aplicaciones de la vida diaria, en contextos personales, académicos, familiares o sociales. Y a su vez, enfocar las actividades con este planteamiento, provoca que estas actividades o tareas sean complejas desde el punto de vista cognitivo. Implican en muchas ocasiones tipos de pensamiento analítico, crítico y creativo para la solución de problemas o la toma de decisiones en colaboración con otros.Es lo que Wiggins (1998) denomina tareas auténticas. Para no enrollarme mucho con las características de una tarea auténtica, pongo a continuación un ejemplo de actividad de evaluación que va desde un planteamiento no auténtico a un planteamiento auténtico.
El papel del estudiante: evaluación formativa
Obviamente, desaprovechar una tarea de estas características para mejorar el aprendizaje que demuestra el alumnado (y también mejorar la enseñanza), es una lástima. Así que, otra de las características es que el cómo aprende un estudiante está en el foco de la mejora: ha de poder aprender en el propio proceso de la tarea y con la evaluación que se haga de los aprendizajes que demuestra. El docente centra su labor en proporcionar la retroalimentación necesaria, se introducen mejoras en el propio proceso o incluso en el producto elaborado por el alumnado. No se acaba la tarea tal como esté, y a partir de aquí se premia o sanciona el aprendizaje demostrado. No interesa evaluar para dar una calificación, sino porque el proceso de evaluación mismo se convierte también en un catalizador de nuevos aprendizajes o de refuerzo de aquellos todavía no consolidados.Las bases para la calificación de los aprendizajes
Por último, las bases para establecer una calificación de los aprendizajes se centran en dos aspectos, fundamentales desde mi punto de vista:1) Los estudiantes conocen de antemano los criterios de desempeño por los cuales van a ser evaluados, e incluso son partícipes de su desarrollo. La evaluación se convierte en un proceso público, participativo y transparente.
2) Se utilizan varios criterios de evaluación (o metas o indicadores de logro) que por otra parte han de corresponderse o han de estar presentes en la tarea o actividad (compleja).
Estos dos últimos puntos llevan casi siempre a asociar la evaluación auténtica al uso de rúbricas. Aunque bien se podrían utilizar también instrumentos de recogida de evidencias del aprendizaje, como un portafolio, y emplear diversos tipos de instrumentos de evaluación que permitan la valoración de los aprendizajes de estas evidencias, de la mejor forma posible. Tanto es así, que el enfoque ideal es utilizar diversidad de instrumentos en contextos o actividades realistas (o auténticas).
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